Ambientadores naturales
Cada casa tiene un aroma. Y seguro que todos tenemos el aroma inconfundible de nuestra casa de la infancia gravado a sangre en el hipotálamo. ¿A que sí? Con los olores no se juega… Y el hombre desde que es hombre se ha perfumado y ha perfumado su entorno (para bien o para mal).
No es preciso gastarse un dineral para que nuestra casa huela bien. Frutas, especies, plantas… Ya sea en su estado natural o tratados y reconvertidos en barritas de incienso, aceites esenciales, saquitos perfumados o ungüentos, proporcionan soluciones 100% naturales y muy económicas.
No descartes nunca más las pieles de los cítricos (naranjas, limones, mandarinas, pomelos…). Si las pones cerca de un radiador, el efecto difusor del calor hará que tu casa huela a campo de naranjos en flor. ¡En pleno invierno! Y cuando las pieles ya se hayan secado, las podrás utilizar en tartas o mermeladas caseras.
¿Y por qué crees que en las revistas de decoración siempre hay un bol de limones encima de la mesa del comedor? No sólo es para hacer bonito.
El poso del café es un neutralizador del olor de primer orden, aunque éste no libera fragancia, un pequeño tarro en la nevera, en el lavadero, o en el cuarto de tu hijo adolescente, y listos.
Si no eres cafeter@, puedes hacer lo mismo con bicarbonato.
Tener en la cocina algunas macetitas con albahaca, tomillo, romero, orégano, etc. te ayudará no sólo a limpiar el aire sino a que éste huela bien y alejes a los insectos. Aunque si se te mueren todas las plantas, hasta las de plástico, siempre puedes vaporizar vodka al aire. Aquí el beneficio es doble: eliminas malos olores de forma natural y evitas alcoholizarte. Además, siempre puedes añadir al vaporizador unas gotitas de tu aceite esencial favorito.
Decora tu salón con una palmera. No nos referimos a las palmeras de playa, aunque irse a la playa es quizás la mejor manera de “ventilarse”. Nos referimos a las kentias, los bamboos, los aloes… Todos ellos tienen la propiedad de eliminar el formaldehido, sustancia tóxica presente en las pinturas de paredes, los acabados en madera, las colas, el tabaco…
Quemar saquitos de plantas (smudge sticks) o barritas de incienso es una práctica que nos remonta a la china de los emperadores, al antiguo Egipto (kyfi) y hasta el principio de los tiempos.
Si no nos vamos tan lejos, hace ya casi dos años (¡!) te hablamos del Papier d’Arménie. Un invento francés del 1885 que no sólo se lleva malos olores, sino también malos rollos.
En Alemania también tienen su incienso estrella, se trata del Räucherkerzchen, un incienso de nombre imposible que queman sobre todo en Navidad.
Pero los japoneses nos superan a todos, pues hasta tienen el kōdō, el arte de usar el incienso, o lo que podríamos llamar el inciensar, ¿no?
