Papier d’Arménie
Es bien sabido que los franceses tienen buena nariz y en cuestión de olores no hay quien les gane. Desde el siglo XIV lideran sin titubeos la industria del perfume y si pensamos en los quesos, el chocolate y el vino, no hacemos más que reafirmar esta idea.
A finales del siglo XIX, en pleno apogeo del imperio otomano, un tal Auguste Ponsot viajó a Armenia. Allí descubrió que sus habitantes aromatizaban y desinfectaban sus casas quemando una resina natural llamada benjuí, y decidió compartir esta buena práctica con sus compatriotas franceses.
Su socio y farmacéutico, Henri Rivier, descubrió que disolviendo el benjuí en un 90% de alcohol, su olor persistía. Luego añadió diversos aromas a la solución hasta conseguir fórmulas únicas.
Ya sólo les faltaba encontrar el medio: el papel secante absorbía la solución, conservaba el aroma original del benjuí y se combustía lentamente, sin llama. El éxito no tardó en llegar, hasta que el Papier d'Arménie se coronó en la Exposición Internacional de 1889.
El benjuí es una sustancia apreciada por las notas dulces y de vainilla que emanan de su combustión, y en Oriente se usa desde hace siglos para el tratamiento del asma y de la tos, como digestivo, calmante, cicatrizante y antiséptico. Pero sus propiedades más conocidas son las espirituales, pues aleja energías negativas y malos pensamientos. Así se usa en Malasia durante las ceremonias inaugurales en el cultivo del arroz, y en la India hay la creencia de que su aroma es el aroma sagrado de la diosa Shiva.
Con una cuidada estética retro, un aroma inconfundible y un proceso de elaboración ecológico y basado en una fórmula "secreta" que se sigue fabricando en el mismo laboratorio parisino de Montrouge desde 1885, el Papier d'Arménie es todo un icono en la cultura francesa.
Si estáis hartos de inciensos empalagosos y queréis darle a vuestra casa un aroma evocador y très chic en tanto la limpiáis de malos rollos, ésta es una opción excelente.