Carrière Frères
Las cosas son mucho más bellas a la luz de las velas. Y sino, haz la prueba. Cuando hoy llegues a casa (quizás ya estás en casa), enciende una vela y apaga las luces. Parece que de repente todo cobra otra vida, ahora tienes cierta complicidad con todo lo que te envuelve, y los objetos te lo agradecen mostrándote su mejor cara, su sombra. Y si no te cuento nada nuevo, entonces ya sabes de qué te hablo (vaya redundancia).
Velas hay muchas. De todos los tamaños, colores, olores… Pero atención, las que aquí te presentamos son velas que se llevan fabricando desde hace más de 125 años siguiendo la tradición de los maestros cereros del siglo XVIII.
La experiencia, revivida por la sed de novedad y el espíritu empresarial de una familia «iluminada», «alumbró» una nueva generación de velas, cirios y lamparillas que dejaron la Casa de El Señor (Dios) para ocupar la Casa de muchos Señores. Había nacido la vela de interior.
Hábiles, exigentes, innovadores, los hermanos Carrières dieron una vuelta de tuerca a los procesos de fabricación heredados de los maestros cereros.
Con las ceras más finas, los materiales vegetales, sin derivados minerales ni petroquímicos, las mechas más duraderas y eficaces, «dieron a luz» la velas de Carrières Frères Industrie, unas velas de 190gr que permiten una combustión perfecta, limpia, duradera (de 45 a 50h) y que perfuma agradablemente el ambiente.
¿A qué? Pues a cosas tan finolis como a madera de Agar, cedro, flor de naranja, melón de agua, ébano, tiaré, higuera, ámbar, litchi de China, flor de algodón, tomate, azúcar, rosa de Damasco, almendra amarga, nardo, albahaca, azúcar, ¡madera quemada! La herencia de los botánicos, de los investigadores y de los descubridores inspira esta asombrosa colección de esencias exóticas, a imagen del «lenguaje de las flores», muy en boga desde el Romanticismo hasta la Belle Époque.
«Los importadores y mercadeos audaces de fin de siglo colocaban estos tesoros olfativos en las cestas de los pequeños comerciantes de flores, en los escotes de las damiselas, en las abotonaduras de los señores, en los grandes apartamentos haussmannianos de la nueva prosperidad. París exige de ahora en adelante que venga a ella el perfume del mundo.»
¿Es éste un párrafo de El perfume de Patrick Suskind?
[Dedicado a Aida Gascón, quién siempre huele maravillosamente bien.]
