Sector Inmobiliario
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El prestigio del agente inmobiliario

En Monapart hemos hecho entrevistas en profundidad a 37 agentes inmobiliarios en activo. Un tercio ‒casi coincidente con el tercio mejor preparado de la muestra‒ identifican la falta de prestigio del agente inmobiliario como uno de los principales “puntos de dolor” de la profesión. Te contamos cómo identificar a un (buen) agente inmobiliario y cómo les ayudamos a alcanzar el prestigio (y el amor) por su labor de vender tu casa y/o alquilar tu piso.

El prestigio del agente inmobiliario: ¿cómo recuperarlo?

  1. El problema de los agentes inmobiliarios
  2. Características que debe tener un agente inmobiliario: un barista no es un camarero
  3. Convertirse en un agente inmobiliario de prestigio

El problema de los agentes inmobiliarios

El capítulo 8 ‒Experiencia del consumidor: problemas, soluciones y reparación‒ del informe final del Estudio de mercado de consumo sobre el funcionamiento de los servicios inmobiliarios para consumidores en la Unión Europea empieza diciendo:

La experiencia del consumidor en el mercado inmobiliario ha demostrado ser bastante insatisfactoria. En la edición del Consumer Conditions Scoreboard 2016 de la Comisión Europea, los servicios inmobiliarios parecían tener el peor rendimiento de todos los mercados estudiados. Específicamente, el mercado inmobiliario ha mostrado constantemente síntomas de mal funcionamiento en lo que respecta a la protección del consumidor.” 

En la Harris Poll de 2014, una de las encuestas que rastrea la opinión pública, las motivaciones y el sentimiento social de los ciudadanos de Estados Unidos desde 1963, la falta de prestigio del agente inmobiliario era la más evidente de todas las profesiones listadas (27 / 100) siendo la de médico, la más prestigiosa (88 / 100).

Características que debe tener un agente inmobiliario: un barista no es un camarero

Un camarero español es un tipo que te prepara un café en un minuto de tiempo mientras calienta una tortilla de patatas en el micro, comenta el penalty no señalado al Real Madrid en el partido del sábado ante el Atleti y avisa a otro camarero de que el cliente de la esquina “está seco” y necesita un refill de Marie Brizard. Es un genio del multitasking y el Just In Time y si no fuéramos un país sin orgullo y visión hace tiempo que habríamos propuesto a la UNESCO su figura como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. 

El café es el de toda la vida: corto, amargo, en taza pequeña con logotipo y de 1.10€.

No conozco a ningún niño que quiera ser camarero.

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Un barista es un tipo que tarda cinco minutos en prepararte un café mientras solo prepara un café, y tiene una cola de personas del copón esperando a que le tarden cinco minutos en hacerle un café sin darle conversación.

El café es siempre un café extraordinario traído de tierras ignotas de África o América del Sur, tostado en su punto óptimo, infusionado por goteo o en un decantador del crístal más fino, etcétera. Aromático, ácido en lo justo, (otro) etcétera y de 2.80€.

Mi hija adolescente quiere ser barista.

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Ocurre también que el camarero es con frecuencia (no siempre) una persona de mediana edad, sin estudios, sin sentido del estilo o la moda, sin sensibilidad para la música moderna ni el diseño moderno ni la arquitectura moderna ni nada moderno, mientras que el barista es un tipo o tipa joven, con carrera, viajado, auténtico, ecologista, tiene acento extranjero y tatuajes molones y lo ha dejado todo para dedicarse a su gran pasión: el café. Es una emprendedora del café y no la-dueña-del-bar. Una barista, inspira. Una camarera, transpira.

Cada cual apela a un segmento de clientes distinto y no hay uno mejor que otro, pero solo uno de los dos ha hecho algo de manera diferente como para conseguir que algo de lo que se sirven millones de tazas cada día en el mundo se convierta en un producto aspiracional y para que las personas que ofrecen dicho producto sean hoy profesionales de prestigio capaces de catalizar en una niña de trece años el deseo de dedicar su vida a ello.

¿Veis por donde voy?

Convertirse en un agente inmobiliario de prestigio

El sector de los servicios inmobiliarios está en un momento interesante y especial. Por un lado vive un proceso de atomización: cada vez más agentes en solitario (hay que tener en cuenta que no es lo mismo un agente inmobiliario que un administrador de fincas) y agencias (todavía más) pequeñas. Pequeñísimas. En paralelo, una carrera de unos pocos por convertirse en “la casa” de estos agentes: receptáculos tecnológicos colosales de agentes inmobiliarios independientes. Atomización y consolidación. Artesanía y tecnología. Redes e individuos.

Hay ‒y más habrá‒ muchos agentes operando "a la intemperie" sin el apoyo de una marca sólida y será cuestión de tiempo que sean conscientes de que el prestigio del agente inmobiliario que necesitan y reclaman no lo pueden alcanzar solos/as y que, es más, cada vez estarán más lejos de poder conseguirlo.

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Son pocas las agencias con vocación de gran agencia y capaces de convertir camareros en baristas, agentes en otra-cosa-aún-sin-nombre. Monapart es una de ellas y está en esa senda. Para ello es imprescindible poner a disposición del agente un producto-servicio de una calidad excelsa, formarlo e insuflarle los valores de una marca con buenos mimbres aspiracionales que le permitan servirlo con un aura de prestigio inspirador que lo separe del resto de profesionales.

La clave está en poder decir “lo nuestro no es solo café, es otra cosa” y que lo sea. Y que lo compren.

Hay agencias y brokers magníficos ahí fuera y son una opción estupenda para hacer bien tu trabajo. Si tu ambición, además de eso, es formar parte de una marca que hace cosas diferentes antes que nadie, Monapart es tu casa. Hace diez años fuimos los primeros en hacer lo que hoy solo hacen los mejores. Hoy queremos reinventar la figura del agente inmobiliario para convertirlo en lo que todos querrán ser mañana.

Hablemos cuando quieras.

José Luis Echeverría, Socio y Director de Monapart

José Luis Echeverría

Socio y CEO

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