Segundo Certamen de Relatos Breves "Historias de Mis Muebles"
Monapart Barcelona ha formado parte del jurado de la segunda edición del certamen de relatos breves "Historias de mis muebles" convocado por Globaldecó, un grupo líder de servicios y productos relacionados con el mercado del mueble y la decoración.
De nuevo ha sido todo un éxito de participación. Se han recibido cientos de microrrelatos. ¡Cientos! Porque hay muchas historias detrás de esos butacones del abuelo, aparadores de mamá, mecedoras de la abuela o mesitas de noche. A saber qué se cuentan entre ellos cuando no hay nadie en casa…
Os dejamos con los tres microrrelatos ganadores:
Anuncio por palabras, de Sergio Estébanez Sáez
«Elegante caballero inglés de avanzada edad aunque en buena forma, estatura más bien pequeña y algo rechoncho, callado y discreto, con inquietudes, de hábitos diurnos, muy friolero y hogareño, humor variable, algo díscolo, con don de gentes pero poco amigo de frecuentar multitudes, gustando de compartir largos silencios en la intimidad y de guardar secretos y confidencias, psicólogo de vocación y mentiroso por deformación profesional pese a lo cual soy directo y siempre voy de frente, deseando encontrar un poco de estabilidad, busca cómoda sin compromiso de la que poder quedar prendido. Imprescindible estructura de soporte para espejo oscilante.»
De tal palo, de Sonia González Rúa
«La gente dice que quien tiene una mascota acaba pareciéndose a ella, o al revés, no sé quién se mimetiza con quién. Pero hay casos más preocupantes que esta simple alineación de caracteres y fisonomías entre seres vivos. Y es la que se da entre bípedos humanos y mobiliario casero. Desde hace tiempo vengo observando esta peculiaridad entre conocidos y familiares. Sin ir más lejos, mi tía Leonor acabó pareciéndose drásticamente a la mesa camilla bajo su televisor a base de copitas de anís, mantecados salmantinos e interminables telenovelas. Mi amigo Javi, de niño escuálido y debilucho, se asemeja al armario empotrado de tres puertas de su dormitorio gracias a las largas sesiones de pesas y la ingesta exclusiva de prótidos y carbohidratos. Y Ana, su novia, tiene la misma pinta que el sillón hinchable de su terraza después de pasar por el bisturí para ponerse tetas y colágeno en los morros. Mi padre terminó fundiéndose con su sillón de cuero clásico con escabel donde pasaba la vida viendo fútbol; los años han arrugado la piel de ambos y les ha dejado a los dos una singular cojera. Yo mismo me confundo con la butaca orejera Luis XVI de mi cuarto (por algo me llaman “Dumbo”).»
Amor encajonado, de Amor Muñoz Bécares
«Tres días antes de la repentina muerte de mi abuela Amelia, no pude convencerla de que nos librásemos de aquella horrorosa mesita. Según mi tía, nadie había podido hacer nunca nada para que su madre colocase su inseparable costurero en otro lugar, a pesar de los numerosos traslados de casa que mi familia materna había protagonizado y que eran la ocasión perfecta para renovar la decoración. Había pasado más de un año y la mesita seguía molestando, pero cada vez que me decidía a meterla en el ascensor, recordaba las insistentes negativas de mi Yaya. En un ataque de nostalgia y, por qué negarlo, inspirada por las fotos de una revista, este fin de semana he decidido experimentar con el decapante así que me he enfundado unos guantes de látex y me he armado de paciencia. Al descubrir tras el cajón una fecha junto al garabato de un corazón, me doy cuenta de aquellas marcas llevan allí desde que mi madre tenía tres años. Sigo frotando con desgana cuando un inocente mensaje acelera mi corazón: Amelia ama a Joaquín. Mi abuelo se llamaba Benito.»